No quiero que nadie me robe mis recuerdos. Son mi tesoro más preciado; por el momento no necesito tatuajes en mi cuerpo para recordarme nada, porque ellos están todos a salvo tatuados en como un inmenso mapa en mi mente.
Ríos, montañas, islas y continentes de recuerdos, porque no hay recuerdos buenos o malos; para mi están por sobre la moral. Son sitios comunes, maravillosos y todo un misterio a los que recurro sin hallar ningún peligro.
Los imagino como ríos de palabras, colores e imágenes; como retazos de diarios viejos iluminados por luces tornasoles en movimiento: el Edén de mis recuerdos.
Por eso escribo, para no olvidar.
Y aunque a veces quiera arrancar, huír de todo y empezar de nuevo... como un instinto primitivo me aferro a la balsa de mis recuerdos, me afirmo con desesperación a ellos como a mi propia vida.
Se podría decir que vivo para tener más recuerdos.
Entonces le pongo play a mi mente, cuando todo esta oscuro y pienso que no hay como seguir, veo hacia atrás y me doy cuenta que hubo risas, que hubo abrazos, amores, traiciones y rencores... que hay tanto vivido y ¡tanto! más por vivir, tantos lugares por visitar, olores que oler y más recuerdos que rememorar.
Y que sí, que ahora duele, y no va a dejar de doler el ponerle cabeza, pero que más da. Olvidar jamás.
y como dice aquella parábola que me cuenta mi mamá: esto también pasará.
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