Hay días en que boto el humo por la ventana y me transporto. Me pongo en otro tiempo y me viene un desasosiego tremendo. Hay días en los que miro a mi alrededor y me doy cuenta que recorrí muchos kilómetros y muchas horas, que estoy mucho más lejos de lo que pensaba que estaba de ese punto distante que acabo de sentir en la piel. El velo siempre me sorprende. Entonces abro mis cuadernos y me leo la historia de mi misma. Mi parte favorita es la que más me duele y se mueve por tramos desde la más lejana hasta lo que pasó ayer. Sentimientos de tortuga. Hoy empieza otra mitología. El referente muere y queda la imagen congelada en poesía. Casi puedo rozar con los labios el cuerpo santo, allá en ese espacio mental que es como un santuario de roca. Tiene algo de paz y mucha pena transparente, como un suero triste. Alivio de encontrarte a salvo de este mono con navaja. Iluso mono que se cree redimido porque terminó de secar.
Estoy creciendo a una velocidad absurda y no puedo creer que no estás conmigo. Tengo tanto miedo de dejar de conocerte, de saberte, de amarte no. Me quiero bajar, me quiero quedar, el mar me está arrastrando furioso a una vida otra y yo me pierdo. Yo de ti me pierdo. Me transformo, me diluyo, me convierto, me expando. Tengo todo menos claro, pero se siente más real. No te quiero mentir, te quiero soñar. Pienso pensamientos nuevos todos los días y no se que estás pensando. Se desdibuja mi fantasía de futuro y entra espacio, mucho espacio vacío. Electrizante, frecuencias muy bajas y danzas densas. Flotando en el espacio quedan ecos de sensaciones, olores que me hacen buscarte entre la gente. Una inhalación y nos dejamos.