Si me baja la honestidad en la noche, si mando mensajes tarde que borro y no me atrevo a mandar. Como se grita en callado, como un amor enrarecido que quiere ser puro puro y mirar de frente. Pero se esconde agazapado en un callejón cubierto por la sombra de los papeles no recogidos que volaron del mesón. Y el ánimo de confesar que me baja cuando se me desordenan las convenciones morales y me vuelvo animal salvaje herido de un extrañar tan tremendo que se traga el mundo y lo deja a oscuras. Como he armado en mi cabeza los mil quinientos escenarios, los planes más intrincados, los finales más delirantes y una felicidad tan absoluta que revienta y excede las murallas de tu casa. Que ganas de ser menos correcta, que ganas de ser menos hipócrita, que ganas de saltar al vacío y usar por fin todas y cada una de mis palabras sin temor a que parezcan catedrales, con certeza de monólogo final, con oblivio de supremacía. Encerrarnos a vernos por horas, comer de tu muñeca y besar de tu hombro, nacer de nuevo.
Pero ay! El tiempo se congeló en medio latir de invierno y el corazón mareado te busca sin encontrarte. La imagen no es la presencia ni las pantallas tu verso vivo. Anagnórisis de frío invierno una ausencia demoledora que escoce y dan ganas de gritar, de gritar de ausencia, de impotencia, de cobardía, pero sobre todo de extrañarte como se extraña un riñón. Pensarte hasta desquiciarme y luego dejar ir otra vez. Querer ser semidiosa, mujer dorada, resuelta, imponente y al mismo tiempo querer espantar de puro punk. Te quiero escandalizar y sacar de quicio porque ya no inspiro ternura. Y como perra patética amarte y odiarte por cada coma que no me estás amando, como una adolescente fuera de proporción. Abrazar al gato que feliz en su ignorancia imagina conmigo donde duermes ahora y si piensas alguna vez en nosotros.
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