Es un día de invierno en el medio del verano. No puedo evitar recordarte a ti. Es algo oscuro, una señal de muerte cómo cuervo y aún así algo cargado de magia. Me recuerda a ti y al día en que tomé las peores decisiones posibles. Abro la boca y me corriges. La palabra que dije mal, el tilde mal puesto... el delineador negro quedó más grueso de un lado y mis ojos te resultan turnios. Corregibles, toda yo errada, fallada, repulsivamente incorrecta. Yo sólo testeaba a tu memoria. Tú sólo me devuelves la mía, como un espejo. Como un escupo. Tengo frío y mis capilares estúpidos pensaron en ti. Como si hubiera en ti calidez. Este frío me pone muy tonta, muy torpe, se me caen las cosas, se me destapan los pies. El velo del tiempo se vuelve muy fino, se trasluce el ayer. Y sin embargo el aura mágica me hace creer. Cómo en los comerciales de navidad. Me hacen creer que aún es posible esa colina luminosa, esa alameda de llena de sol. Sueño un tú irradiando luz dorada cuando todo lo que siempre te ha rodeado es plomo y cemento. Te sueño y todo se sale de orden, el equilibrio anhelado prueba ser de humo. Te sueño y necesito tomarte, sostenerte. Abrazarte para siempre, cuidarte para siempre y prometer y reprometer "no voy a dejar que nunca más te pase nada malo". Despierto como si me hubiera pasado encima un tren ¿Qué pasó? Dónde estuve, dónde estoy. La imagen de tu cabeza en la acera, de conciencia casi perdida. Dónde estás, qué te pasó. Silencio y una realidad ajena, distinta, soleada, me mira con frialdad indiferente. Y de pronto cae la resaca al cuerpo, que castiga a los que viajamos en el tiempo. Nada fue verdad, tú estás lejos, lejísimos. Y yo simplemente en mi cama destrozada por una imagen que no es nada. Unos dedos torpes intentan escribir un mensaje que no enviarán, que ya no se atreven ni a sugerir de toda la hiel que han recibido porque todo esto no son más que traiciones de la memoria y la memoria por más que uno insista no es compartida.
12/14-06/15
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