Te amo, te amo, te amo. Mil quinientas veces te amo. Te amo tanto que te recitaría poesía al oído en pequeños susurros en la noche, en la madrugada, con una luz azul que nos invade. Aunque fuera ridículo, porque no sería ridículo porque sería tan verdad tan verdad. Te amo quizás de la única forma que se amar. Rozando tu nariz contra la mía para meterme con ese impulso en tu ojos. Sosteniendo tu cuerpo con mi brazos firmemente y tú con tus brazos el mío. Porque nos vamos a sumergir a una enorme velocidad en un universo tan profundo. Yo en el tuyo y tú en el mío. Tan infinitos y desconocidos. Hay tantas estrellas entre nosotros. Tantas mi amor tantas. Que se me meten debajo de la piel como si no estuviera hecha de carne. Sino de pura energía tibia, calma y furiosa. Vibra adentro mío desde siempre, callada por tanto tiempo, pero ahora zumba como si se quisiera escapar de mi pecho.
Agarrárrate fuerte de mis brazos que siento que de aquí podría ir a cualquier parte. Pero si no nos soltamos mi amor. Estos brazos sostienen nuestros cuerpos en esta realidad donde nacimos, pero nos resulta tan ajena a veces. Tan rara e inentendible. Una propulsión inmensa sale de dentro mío hacia ti. Navego tu aguas dulces y las terribles también. Vivo, vuelo. Duermo en un desierto cubierto de estrellas, en el cielo, gigantes, nos estamos acurrucando. Pero si me sueltas me voy a quedar perdida para siempre adentro tuyo. Tantas realidades descubro a diario que siento voy despertando un camino dormido antiguo, pisando ilumino lugares que miro con distancia. Y tengo la certeza que contigo podemos ir a donde sea. Vivir todas la realidades, reales, virtuales, pasadas, presentes y hasta el infinito andar.
Solo sostenme entre tus brazos firmes y no me dejes volver a perderme. Yo te presto mi cuerpo como mascarón de proa, como cobija cálida de piel, como lengua amante de palabras y placeres. Y prometo que no soltaré tus brazos sino para deslizarlos suavemente por tu espalda, para entrelazarte mis dedos en tu pelo y cerrar los ojos un segundo para besarte, profundamente, de frente y sin amagues. Para después moverme despacito por tu cara para llevar mis labios a tu oreja y decirte que te amo y seguir repitiendo que te amo hasta que por fin vea en tu cara que me creas.
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