Saturday, July 11, 2009

Corazón Itinerante

Escrito en Marzo 8


Te voy a escribir un poema
Corazón Itinerante.
No solo porque te debía
los versos de despedida
sino también por no haberme atrevido
a descubrir antes
tu extraña naturaleza de corazón itinerante.

Por cerrar los ojos a las señales,
hacer caso omiso a los anales
que bien te indicaban
señor de males.

Por pecar de ingenuidad fingida
y terminar atribulada y herida.

Por idear un final perfecto
con quien no puede caminar recto.

Por creer en tu "mala suerte"
y seguir adelante cueste lo que cueste.

Tranquilo,
ya me cayó la teja
será porque estoy cada día más vieja
que ninguna de estas razónes
son suficientemente ciertas.

Que es tu corazón naturaleza muerta;
prostitución de sentimientos,
te debieran tomar preso
por no saber amar en exceso
y no sentir el impulso de un beso,
el olor de una flor,
por no conocer lo que es el amor.

Maldito impostor,
que no siente dolor,
que finje rencor,
que deforma el amor.

Corazón Itinerante,
ya me voy, ya te has marchado,
ni un alivio me has dejado
para aminorar el agravio
de vivir ya sin tus labios.


F.

Saturday, March 28, 2009

La Arlequina, el Príncipe Gris y la mariposa


La Arlequina solía ser una careta vacía que siempre mostraba una sonrisa falsa, un disfraz para sus problemas, miedos y fallas; un atado de recuerdos desteñidos atesorados en un cajón. La Arlequina temía más que a nada la desaprobación, por eso desaprobaba a todos.
Hasta que caminando a ciega chocó de espaldas con el Príncipe Gris que andaba buscando un escape a la melancolía de su vivir. Tardaron en darse cuenta que era dos caras de la misma moneda, mas cuando lo realizaron dejaron atrás sus disfraces de hombre de hierro depositando sin peros y por completo su confianza el uno en el otro y tuvieron fe. Entonces la Arlequina decidió desechar sus máscaras y dejar fluir el inmenso torrente de emociones que la hacían vibrar día a día porque amaba al Príncipe tal y como era.
Fue tal su felicidad que creyó que podía volar; pensó en viajar, en los millones de sitios que deseaba recorrer y en las maravillosas personas que conocería. Entonces voló, y voló tan alto que perdió al Príncipe en la tormenta que se formo pero ya estaba muy lejos como para lamentarlo.

Reapareció en un jardín, un pequeño Edén con el ritmo de la selva, aparentemente sin habitantes. Tenía una luz amarilla que provocaba que todo se viera más brillante, más atractivo.

De Pronto la rosó una mariposa, efímera mariposa de brillantes colores que provoco hermosos juegos de luces en sus vestimentas de Arlequina Triste. Esta mariposa es lo más bellos que mis ojos han visto- pensó la Arlequina- lástima que jamás repararía en una criatura como yo. Pero la mariposa seguía posada en su hombro, revoloteaba por su cara y le acariciaba con sus alas como invitándola a jugar con ella- ven conmigo decía, nunca verás el mundo tan hermoso como lo veras a mi lado-. Así que la Arlequina hecho a correr tras la mariposa, corrió y corrió sin importarle nada, sin detenerse a pensar un sólo segundo, destrozando sus ropajes.

Antes de que se diera cuenta había caído en un oscuro pantano y las arenas movedizas la tenían atrapada, tapada hasta las rodillas. Vio a la mariposa alejarse volando como diciendo desdeñosa- hay muchas criaturas deseosas de jugar conmigo, que soy hermosa y colorida, no te necesito más de lo que tú me necesitas, como tú hay millones-.

Y ahí se quedó la Arlequina, quieta y muda, sintiéndose la mayor de las estúpidas. Si volví a creer gracias al Príncipe ahora he dejado de creer gracias a la mariposa- reflexiono- , jamás debí haber dejado mi máscara de Arlequina.

Aún ahora la Arlequina se acelera al ver un reflejo colorido, recordando a su mariposa o cree volver a escuchar las dulcísimas palabras del nostálgico Príncipe. Porque el amor de una mariposa es tan efímero y cambiante como su existencia y el miedo es una mala compañía.

Pero ahora ya nada puede herirla, ni hacerla vibrar o volar como antes porque la Arlequina ha vuelto a subir el vidrio al mundo exterior y ya no hay aleteos que la acaricien diciéndole que hay un mundo mejor.