Saturday, July 12, 2014

Salto de fe

Recuerdo la última vez que hablamos por teléfono, tu tono de voz de hombre superado diciéndome cómo habías encontrado la paz al darte cuenta que el hombre nace y muere sin tener nada más que a si mismo. Todo esto respaldo por al menos tres de los más destacados exponentes de la filosofía occidental. Y yo te decía que no, que no podía ser, que no estaba de acuerdo. Con una actitud pseudo rebelde de niña de 5. Tono de voz y actitud que me ha dejado cómo imbécil más de 7 veces. Y es que sí, suena imbécil cuestionar así sin fundamento claro a los exponentes más destacados de la filosofía occidental, sobre todo en el ambiente académico universitario. Sin embargo me rehúso a aceptarlo; quizás simplemente soy muy débil para afrontarlo. Y es difícil y es cómo sostenerse de una balsa artesanal que va cayendo de un precipicio que tiene la altura de Everest pero hacia abajo. Es decir absurdo, porque las balsas son para el agua y no para las caídas libres de precipicios secos de miles de metros. Pero me agarro cómo felino y con los ojos cerrados voy mirando películas de hollywood: chico conoce a chica, ellos saben desde el minuto en que se miran que no habrán otros ojos más, que son los últimos ojos en los que vale la pena perderse. El aire frío golpea mi cara, desordena mi pelo, me da en las orejas. Las manos se me van a partir. Pero no puedo dejar de buscar esa mirada, con los ojos cerrados, en cada persona que pasa, que no pasa. Esa mirada que me redima, que me diga que no estoy loca, que esté loca conmigo, que no necesite palabras, que sepa todo y de la que sepa todo. Por suerte la caída es larga. Sigo cayendo.