Sunday, November 12, 2017

Carta o email

Hay algo que pasa en Noviembre. Entre el primer y el segundo fin de semana desde hace ya 6 años. Me toman unas horas suspendidas rodeadas de camino. El silencio que ocurre entre el ruido del motor y de la rueda contra el pavimento me arrastra al momento que signifiqué como definitivo.
En el aniversario uno fui como peregrina devota al lugar mismo, debajo del árbol y al lado de la pista de correr. Me senté a armar una crucesita de palitos recogidos que amarré con un hilito de pasto seco y la enterré ahí. Aquí yace un amor que no debió ser pero que fue. Y me conflictúo entera. Porque al mismo tiempo sentía arrepentimiento y ganas de hacerlo otra vez. Un nudo en el alma.
Después me subí a un auto y pensé en ti. En la vida contigo que me deshacía por tener, una fiebre ridícula, un delirio del todo cinematográfico. Te veía en las estrellas y sentía tu amor como un sol. Y yo con mi tontera y mi internet generaba una sombra enorme que me guardaba del sol y me mataba de frío. Perdona mi torpeza, Sol. Mi alma se hacía pequeña y se retorcía sobre si. 
Ese amor ingenuo se nos pasmó, nos pusimos graves, nos pusimos sosos, nos perdimos, nos dejamos de hablar. Yo quería ser cool como tú, quería entenderte, quería escuchar músicas raras y crecer, expandirme como un sol. Tantos sueños de papel celofán que nunca me dejaron entrar. Me rompe el corazón. Íbamos a ser tan grandes y terminamos solamente más viejos.
Cada año me invade esta nostalgia absurda de un momento definitivo que inventé yo. Quizás fue culpa mía sofocar una llamita perfecta. Pero quizás me empeñaba en tocar la puerta que nunca estuvo abierta. El sueño aún me emborrona la cabeza, los días de sol en que parecía me mirabas como alguien a quién admirar y no una mera conquista.
Ayer quise volver a precisar el día exacto. Con una cautela mentirosa terminé zambullida en los anales digitales de la prehistoria donde descubrí una niña mucho más ávida de lo que recordaba. Que se lanzó de cabeza a la empresa ridícula de una conquista absurda. Vendedora de humo, googleadora de datos interesantes para dar el contenido exacto. Sin nada que perder y jugándose la vida. La extraño casi más que a ti.
Muchos años después me sigue invadiendo la nostalgia de un noviembre caminando bajo el sol, con el corazón en la cabeza y la guata llena de latidos. Después de una historia larga y tediosa que no fue un sueño sino una realidad, hoy puedo decir que al menos aprendí como se escribe un email.

Sunday, June 04, 2017

2011

Muchas veces me descubro a mi misma en ese restaurante chino que nos llevo un día tu mamá a ti y a mi solos. Sobre todo a ese postre cerdo que era como una torre de merenguitos con jugo de piña en tarro y piña en tarro. Creo que hasta marrasquino tenía. Una cosa que no junta y pega. 
No se por qué me acuerdo tanto. Debe ser porque es un área de la ciudad tan descolonizada de recuerdos que es como si hubiera pasado fuera del tiempoespacio. 
Era su restaurant chino favorito, repitió varias veces. Donde iba los días de semana después del colegio y parece que incluso pedían delivery derrepente a la sala de profesores. Estábamos trasgrediendo a otro universo paralelo, donde había niños pobres que tu mamá mandaba para la casa con comunicación.
La decadencia se sentía densa y opresiva como los pascales debajo del agua. No puede existir una señal más clara, pensaba con la vista perdida en ese color durazno pastel, de que todo se pudrió. Y yo solo podía pensar que no me gustaban los merenguitos ni el almíbar de la fruta en conserva y que todo flotando junto no junta ni pega. ¿En qué cabeza cabe este postre tan de mierda?

Sunday, April 02, 2017

No es pura poesía

Es que derrepente me descubro siendo sin ti y me descoloco, me desdoblo, me pierdo de mi misma y me cuestiono quién cresta creo que soy. Y caigo en un vacío denso y ligero, una gravedad extraña, como una seda translúcida de color gris que tiene aires de vaticinio.
Tan perdida sin ti, Norte. 
Tan brutal la anagnórisis, de que me puedo perder para siempre, mudar a la China, comprar muebles de diseño escandinavo en Ikea, volverme motoquera, hacerme cien tatuajes. Puedo borrarme y reescribirme y aquí adentro seguiré siendo la yo de ti. Y en todo ese periplo mi alma/corazón congelada en el tiempo como si fuera un sueño infinito. Una gran parte de mi piensa que no ha pasado nada -Tonta, ingenua, egoísta-, que puedo volver a mi realidad si me desconecto de mi GTA kawai. 
Pucha que te eché de menos este finde.