Yo a ti hablo a corazón quitado, cortado metodológicamente: corte frontal y sagital. Mapa de planta y de costado. Láminas transparentes puestas en una mesa de luz explicando cada mínimo nerviecito de sentir. No hay honestidad más grande, no hay mediadores, sólo tu y mi corazón diseccionado, con alfileres que sostienen hasta post-it de colores para que lo entiendas.
Y tu? Que se yo lo que pasa por tu cabeza o tu sentir? Cuando tus oídos llenos de palabras ya no dan hacia tu cerebro, que piensas en esa hora? Como puedes culparme de sacar conclusiones erradas extremistas y demoledoras sobre tus juzgares acerca de mi alma de papa frita, si no me dices nada con claridad.
No puedo creer que sea orgullo porque sería absurdo estando como somos un solo mar de volubilidades informes, torpes, pero infinitamente devoradores de corazones, de brazos, de piernas, de entrañas, de sangre. La conclusión obvia es la disparidad sentimental esa que me aterra tanto a veces, pero que contigo ya bandera blanca, ya rodillas al suelo, ya Jesús crucificado.
Como que hay que guardarse, no hay que exponerse tanto, se lee por ahí en las revistas femeninas. Pero cuando ya te vieron por dentro ya no hay barrera que valga, ni como cambiar palanca a reversa, ya supo tu miedo gigante, tu miseria más baja, tu punto más débil, tu hambre en la noche. Entonces más nada, caos ardiente, Troya una alpargata vieja, el caballito hizo pebre la ciudadela amurallada y ahí esta una, Dido furiosa y Eneas que huye.
Mi Cartago esta en pie y es hermoso, tiene un árbol de naranjas fragantes y un gatito que duerme a mi lado. Mi Cartago sabe fresas cítricas y recita primaveras. Me quiero dormir en él y olvidar toda la guerra y todo el fuego y que ningún hombre en túnica venga a cantármelos de vuelta. Se cerró el libro de anatomía y reprobaste el curso; y este no se hace dos veces.
