Sunday, February 16, 2014

Diez y Seis (dos ochos juntos: parasiempre)

No tienes la más mínima idea de cuanto te quise. De cómo se me sobrecoge el cuerpo al ver un pedacito de tu mano en el borde de una fotografía. Y me acuerdo de esa mano sobre mi piel y sobre mi mano que tenía que sostenerla con sus cinco dedos para que no resbalara, para que no huyera. Y de lo bonitas que se veían entrelazadas porque eran idénticas y cuando te compré un anillo -en una fuga de cordura- utilizando mi dedo cómo molde y le dije a la vendedora 'sí, es que tenemos la misma mano, de hecho cuando cruzamos los dedos a veces no se distingue cual es de quién'. 
Y también me acuerdo de tu pie empuñado dentro de tu zapato, porque ya no dabas más ni yo tampoco y de puro ansioso me estampaste un cabezaso contra la micro cuando intentaste darme el primer beso. Y yo aturdida lo encontré tierno y me daba vuelta la cabeza con pajaritos cómo los de los dibujos animados mientras tu te excusabas todo culpable. No entendía mucho por qué tanto, si no explotabas de una vez explotaba yo. Y de tus labios, tus maldibenditos labios acariciando mis pestañas sobre un puente falso.
Esas conversaciones de teléfono a altas horas de la madrugada que nos hacían sentir que todo entre nosotros era de una urgencia garrafal, al borde del llanto o con una emoción que no me dejaba dormir a punta de los golpeteos furiosos de mi corazón sobre el colchón. Una muy larga en dónde me rendí y me terminaste gritando frustradísimo "por que erí tan hombre pa tus hueas?!" y yo me maté de la risa porque nunca me había visto de esa manera. Y resultó que tu si que eras bien hombre pa tus hueas.

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