Estoy
intentando escribir este personaje con fidelidad pero no se si puedo. Por que
él es para mí cómo el anillo de Sauron. Sí, Sauron. Me acerco mucho y me ciega,
me traga, me obnubila, me saca de mis cabales y entro en un trance en dónde las
cosas se ven borrosas y todo se confunde. Ahí me puede ver un ojo con fuego, me
mira intensamente y me culpa. Perdón, perdón, perdón por ser así, perdón por
ser burguesa, perdón por ser tan niña bien. Me culpa y me quiere puro matar. Y
quiero ese mundo fullcolor de tonos saturados. Quiero sufrir como se sufre en
el teatro. Griego. Y si es necesario vivir en una de vivienda social de esas
con subsidio que anuncian en la tele ¡Vamos! Y si quedo embarazada antes de
terminar la u y tengo que llevar a mi cabro chico al consultorio con un chaleco
tejido a mano y los mocos colgando ¡vamos también! Que futuro más brillante y
soñable. Y cuando el fuego del ojo me empieza a achicharrar, me duele la piel y
en lo negro aparezco en la Blondie, a los 15, suena música oscura y la voz
canta en lenguas. Tengo un vestido negro que nunca tuve, uno de encaje, y una
gargantilla negra ceñida al cuello. Espero que algo pase, algo importante, pero
no se que es. Me abrazas por la espalda y me besas. Somo dos adolescentes
bailando en la Blondie. Pero a mi nunca me dejaron ir a la Blondie, ni teñirme
el pelo y mi ropa negra mi mamá la quemó cuando ese esquizoide se metió a la
catedral a matar al curita. “Ninguna hija mía va a ser de los matacuritas”.
Matacuritas matacuritas, tu y yo los matacuritas besándonos en la Blondie con
la boca llena de petazetas.
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