Sunday, April 26, 2015

Nadie baila en los paraderos

-Nadie baila en los paraderos - me dijiste una vez. Era una noche de verano y no hacía ni frío ni calor. En la oscuridad las luces de los autos se reflejaban en los espejos de los rascacielos, la luz de neón del paradero nos daba de costado jugando con nuestras sombras. No había nadie más. No, nadie baila en los paraderos, pensé y me sonreí cuando te daba la espalda. Con una culpa que no es culpa porque me llenaba el cuerpo de risa. Con la idea de que con mi naturalidad en cosas que no lo son te estaba engañando de quién si era yo. Y es que tu sorpresa era tan genuina y tan alucinada, tan deliciosa. Que quería ser la niña que baila en los paraderos para ti, quería ser esa nube de locura y despreocupación, quería ser lo que sea que tu quisieras que yo fuera. Y ahora me pregunto si mentía cuando bailaba en el paradero. -Yo sí - te dije y seguí haciendo puntas de ballet sobre la línea amarilla de la acera, jugando con mi sombra que se alargaba a cada paso que me alejaba. Los autos pasaban rápido a mi lado y a mi me parecían mi orquesta, un fondo, un mundo tan lejos, tan ajeno. Sentía una brisa fría en la cara que me recordaba que no estaba soñando, que esto era verdad, que estaba pasando lo que tenía que pasar. Destino. Deseo. Si alguna vez creí en alguna de esas cosas en ese fragmento de tiempo estuve ahí y era la más feliz del mundo. Y pienso que no, que no te mentí cuando te dije que yo si bailaba en los paraderos. Porque la niña que estaba ahí contigo sí bailaba en los paraderos.

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